CR7 Y LA GALAXIA

Cristiano Ronaldo recoge el balón cerca de la media luna de su área. Cede a Park de un soberbio taconazo y acompaña la jugada. Es una contra vertiginosa del Manchester. El coreano conecta con Rooney poco antes de cruzar el medio campo. El delantero inglés tira de velocidad y en el momento justo cede el balón a la estrella portuguesa para que, el nombrado mejor jugador del mundo de la temporada, sólo le reste empujar a la red ante la impotencia de Almunia. En lugar de abrazarse a sus cómplices tras una bellísima jugada, CR7 le da la espalda a Rooney y se va hacia la grada del Emirates Stadium señalándose el pecho. Se había autonombrándo protagonista absoluto.
Este jugadón, que sentenció al Arsenal de Wenger en el partido de vuelta de la semifinal de la Champions, delata al portugués. Cristiano es él. Es la estrella. Es único. Es el protagonista absoluto. Malo para alguien que quiere formar un equipo. Demasiado ego. Sobra mirada al ombligo propio. Sobra egoismo.
Igual se podría decir de su actitud cuando Ferguson le sustituyó el día en que los diablos rojos celebraron su última Premier. Negó con la cabeza, torció el morro, renegó de su técnico y de su equipo en un día de alegría, de historia para el United. Todo un espctáculo a sabiendas de que el objetivo de la cámara se había centrado en él. Desentonó. No era el protagonista y se aseguró de serlo a costa de lo que fuera.
Igual le pasó en la final de la Champions cuando, tras el partido, en lugar de reconocer la superioridad manifiesta del Barcelona evidenció sus diferencias con el veterano entrenador escocés al criticar la posición que le asignó en el campo. Por no hablar de su tremendo numerito en la final de la Champions ante el Chelsea del año pasado. Puro teatro.
No gustan estas cosas de Ronaldo. Nadie duda de su calidad futbolística. Es un portento, una maravilla. Pero estas actitudes delatan una peligrosa mezcolanza entre crío y niñato que en nada beneficiaría a la formación de un grupo de futbolistas que quieren convertirse en un equipo. Quién le dice al Madrid que este chico no será una bomba de relojería el día que se le lleve la contraria. Cuidado porque el inquilino del banquillo se llama Pellegrini y hace dos temporadas le demostró al fútbol que para él no hay nombres. Y si no que se lo pregunten a un tal Juan Román Riquelme.
El mejor jugador de esta temporada será Leo Messi, el reverso de CR7 en estas situaciones. Es pequeño, es feo, apenas vocaliza al hablar, aparentemente ni siquiera está cachas. Es decir un antihéroe, un anti galáctico un futbolística escasamente mediático. Messi habla sobre el campo y poco, nada o casi nada importa lo que hace fuera de un terreno de juego. Lo que vende el argentino se cocina sobre el tapete verde de los campos de fútbol.
Igual se podría decir de Iniesta, para muchos el verdadero Balón de Oro de 2009. “No se tiñe el pelo. No se pone pearcings ni tatuajes. Si se queda en el banquillo no protesta. Si le colocas fuera de su sitio no dice nada”, dijo hace poco de él Pep Guardiola. Igual se podría decir de Xavi Hernández, al que deberían darle la mitad del balón dorado del albaceteño. La lista aumenta si hablamos de Puyol, de Bojan, de Touré, de Abidal...
Y sin embargo, el Barcelona ha enamorado al mundo con su fútbol. Ha llevado su nombre y su marca hasta los confines más remotos del planeta gracias a su espíritu de sacrificio, a la belleza de su juego que devino, por lógica, en éxitos, no por tener en sus filas a un CR7 o un Kaká. Por cierto, el brasileño es otra cosa. Siendo igual de estrella que Cristiano, su actitud es diametralmente opuesta a la del portugués.
Florentino Pérez insiste en construir un equipo, pero quiere Beckams y Zidanes que le llenen la bolsa y que devuelvan al Madrid a su dimensión galáctica. Su teoría es válida, pero esto es fútbol y no una empresa de marketing.
El mejor exponente del Barça es el equipo y su juego, su Evangelio es el fútbol de calidad y ese es su mejor reclamo. Hasta Eto'o, otro Rey Sol del fútbol actual, se ha visto apocado ante el torrente de su equipo. El Madrid podrá reunir a muchas estrellas pero si su fútbol no brilla ni el mundo del fútbol ni su afición estarán contentas. Por mucho que vendan.